Cuando era
estudiante de secundaria, apenas una adolescente, llego a mis manos el libro Después empezará la madrugada del
maestro, poeta y escritor colombiano Fernando Soto Aparicio.
Este libro me
enseño la buena lectura, a imaginar, a soñar y antetodo entender algo de nuestra
historia reciente, esa historia que ha desangrado a mi país y que muchos
prefirieron no contar. Luego pasarían: La rebelión de las ratas, El espejo sombrío, Mientras llueve, La siembra
de Camilo y su último trabajo de despedida de esta vida, Bitácora del Agonizante.
Él, Fernando
Soto Aparicio se convirtió para mí, en ese primer gran amor que siente una niña por su
padre, lo idealice con cada libro, con cada poema y siempre pensé que jamás
lo conocería, aunque mí corazón juvenil
de entonces, conservaba en lo más íntimo y en secreto esta esperanza.
Un día mi
sueño secreto de conocerlo se hizo realidad, habían pasado muchos años, esa
jovencita había crecido y se había convertido en periodista.
Para ese entonces
cuando lo conocí, trabajaba como
periodista de cultura en un medio de comunicación radial.
Una tarde casi dos
décadas atrás, lo invitamos al programa para hablar sobre sus escritos. Cuando lo vi, no lo podía creer, mi mente, mi cuerpo y mi espíritu
se paralizaron, estaba frente a ese hombre que había marcado mi vida
intelectual y aunque los periodistas estamos preparados para entrevistar a
cualquier personaje, fue como vivir ese momento en cámara lenta.
Era un hombre de unos sesenta
y tantos años, para entonces, de gran estatura y de contextura gruesa, no lo podía
creer, era mi ídolo, el personaje por el
cual le tomé amor a la lectura, por el cual entendí que mi país y mi América Latina entre
conflicto y conflicto se desangraban, el hombre que sin saberlo, me enseñó el
amor por la escritura.
Se sentó a
la mesa de trabajo, mis compañeras comenzaron la entrevista y yo, como si
hubiera encontrado al amor de mi vida, sentía mariposas en mi estómago, no musitaba palabra, solo quería que su voz,
como lo hicieron en su momento las letras, se quedaran impresas en mi mente. Luego
sin pensarlo dos veces, comencé a preguntar por cada uno de esos libros
maravillosos que pasaron por mi mano y la admiración comenzó a salir con cada pregunta
de una manera delicada, adecuada para descubrir en él los secretos para ser
escritor.
La conversación se convirtió en una charla amena, como si hubiéramos sido siempre amigos, entre amigos. El
tiempo —casi dos horas de entrevista—, fue corto para todo lo que tenía que
preguntar y aprender. Nunca en mi
carrera profesional me había pasado y le agradezco a la vida haberlo leído,
haberlo tenido cerca y he atesorado, desde ese día, en mi mente y en mi corazón ese encuentro como
un gran regalo del Cielo.
Nunca más
lo volví a ver personalmente, pero siempre estuve al tanto de cada uno de sus trabajos
y de su vida, tanto así que desde que él
abrió su cuenta en Facebook, lo seguí para sentirlo más cerca, aprender de cada
publicación que hacía en su perfil y luego, cuando hizo público su cáncer y
estado terminal lo acompañe en la distancia virtual.
Fernando Soto Aparicio no solo fue un gran poeta, escritor y periodista colombiano, fue un sabio que supo cuándo escribir su último libro, el de su muerte— Bitácora de un agonizante, noviembre de 2015—, cuándo cerrar su cuenta de Facebook—hace tres días— y cuándo morir —el último día de la Feria Internacional del Libro de Bogotá—.
Fernando Soto Aparicio. Foto tomada de su muro Facebook |
Hoy le rindo este pequeño homenaje, a aquel
hombre que ha partido a los 83 años luego de luchar contra un cáncer terminal
y que con su última obra nos enseñó que un escritor debe despedirse de su
lector y que esta labor no termina, porque la vida se está yendo y por ello nos
entregó su último trabajo <<Bitácora
de un agonizante>>, que fue escrito para la muerte, luego de haber
escrito para la vida, tuvo la fuerza para contar en ella todo lo que le agobiaba.
Hoy se va
un grande, un hombre que fue perseguido por su pluma liberal y revolucionaria; un periodista
que compartió sus escritos en diferentes periódicos y revistas de Colombia; un
hombre que sin saber fue mi maestro, al que admiró y admiraré por siempre; un
ser humano que murió con la paciencia de aceptar la muerte como otro capítulo
de la novela de su vida.
Descansa en
paz Fernando Soto Aparicio que en el Cielo te están esperando por ti todos esos
personajes ficticios y reales a los que liberaste con tus letras. Aunque nunca te postularon para el Nobel, tienes el premio más grande que un escritor pueda tener:
el amor de todo un país.
Paz en su
tumba.